Reflexiones, ensayos sobre escritoras hispanoamericanas contemporáneas
 
 
editora: Dra. Priscilla Gac-Artigas
 
 
Olga Orozco
 
 1920 - 1999
 
 Las muertes (1951)
 
Yo, Olga Orozco, desde
tu corazón digo a todos que muero.
Amé la
soledad, la heroica perduración de toda fe, el
ocio donde crecen animales extraños y plantas
fabulosas,
la sombra de un gran
   tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño
   temblor de las bujías en el anochecer."

Nace en Toay, La Pampa, Argentina el 17 de marzo de 1920. Fallece a los 79 años de un ataque al corazón en la clínica Anchorena de Buenos Aires, el 15 de agosto de 1999.

Nació en un paisaje dominado por el viento y los médanos, que cambiaban de forma y de lugar, paisaje que de un modo elusivo atraviesa su obra:
 

A veces sólo era un llamado de arena en las ventanas,
una hierba que de pronto temblaba en la pradera quieta,
un cuerpo transparente que cruzaba los muros con blandura
dejándome en los ojos un resplandor helado,
o el ruido de una piedra recorriendo la indecible tiniebla de la medianoche;
a veces, sólo el viento
escribió en Desde lejos.

En 1937 obtiene el título de Maestro Normal Nacional recibido en el Colegio Normal Sarmiento, inmediatamente después se dedicó totalmente al estudio literario, llegó hasta el cuarto grado de letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1941.
Su obra poética ha sido traducida al francés, inglés, italiano, alemán, rumano, indio, portugués y japonés.

Olga Orozco ha realizado una de las más sólidas trayectorias poéticas de este siglo.

 Su poesía, hecha de silencios e interrogaciones, que busca "más allá de lo sensorial",motivó que la crítica la asociara al surrealismo.
"Yo me siento afín a ellos (los surrealistas) en cuanto a la actitud frente a la vida, a la fe en la justicia y en la  libertad, al valor de los elementos oníricos y subconcientes, a la existencia de otras realidades. Sin embargo, nunca practiqué la escritura automática,esencial para la escritura surrealista", contó en una entrevista publicada el '98 por la revista Siempre!

Su escritura nacía de "un estado especial, un estado de gracia, que algo ha provocado. Después se   puede hacer un duro y arduo trabajo. Pero el primer momento es siempre especial". En esos momentos, que se sumergía "en la oscuridad máxima".

Poeta melancólica, decía que su escritura "interroga a Dios" y se despertaba con la desdicha antes que con la dicha, porque "la pérdida te lleva a una cantidad de lugares invisibles que serán hallados en algún momento".

Se destacó también en el periodismo, colaboraba habitualmente con los suplementos culturales de los periódicos La Nación y Clarín y trabajó en revistas femeninas como la mítica Claudia.
Junto con Alberto Girri, pertenecía a la generación de los escritores que mantuvieron en pie la poesía argentina en los momentos más duros, cuando la literatura argentina fue arrasada por la dictadura militar y la mayoría de los autores sobrevivió en el exilio.

Al recibir el Premio Juan Rulfo en 1998 declaró:

"estoy en búsqueda de mi identidad última, eso es lo que hago yo en mi poesía". "yo creo que el poeta en general atraviesa zonas que son imprevisibles, inclusive, para sí mismo. La palabra atraviesa zonas anegadas, que interrumpen inclusive sus pasos, [y entonces el poeta] tiene que hacer rodeos, tiene que desechar cosas a las que estaba muy apegado". A decir por Orozco, "el alivio primero que yo siento con la poesía es cuando pongo el punto final".

. . ."la poesía es un estado de gracia, pero no es un estado de alegría tampoco, permanentemente. Hay muy pocas veces en que uno puede hacer un himno de alabanza [...] Para mí es una
catástrofe de otras cosas, para un encuentro final, sí, con la fe, con la esperanza".

Y es que Orozco confiesa que ha hecho suyo "ese proverbio español que dice: 'boca que besa
no canta', entonces mi poesía lo que canta es la boca que deja de besar. Claro que canta
llorando", y añade: "la felicidad se cumple por sí misma, da un estado de plenitud que casi no
necesita expresarse de otra manera que viviendo".

 "Somos además transgresores. No aceptamos las leyes de causa y efecto, la sucesión lineal del tiempo, el disponer de un solo yo, de un solo aquí y de un solo ahora. Alteramos además la organización razonable, porque nuestro orden de valores no es el de la generalidad, porque atesoramos palabras inválidas en lugar de monedas de oro y exploramos y sembramos en terrenos que no son de este mundo".

(extractos aparecidos en Periódico Público, 28 de noviembre de 1998)
 
Publicó: Desde lejos, (1946), Las muertes (1951), Los juegos peligrosos (1962),
            La oscuridad es otro sol (1967), Museo salvaje (1974), Veintinueve poemas (1975),
            Cantos a Berenice (1977), Obra poética (1979) y La noche a la deriva (1983),
            En el revés del cielo (1988) Con esta boca, en este mundo (1994).

Premios: Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía, 1971, por una de sus obras de teatro recibió el Premio Nacional de Teatro a Pieza Inédita, Argentina, 1972, Premio Nacional de Poesía, Argentina,1988, Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, 1998, México.

 

 LAS MUERTES
   He aquí unos muertos cuyos huesos no blanqueará la lluvia,
   lápidas donde nunca ha resonado el golpe tormentoso de la piel delV lagarto,
   inscripciones que nadie recorrerá encendiendo la luz de alguna lágrima;
   arena sin pisadas en todas las memorias.
   Son los muertos sin flores.
   No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.
   Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.
   Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra,
   mas su destino fue fulmíneo como un tajo;
   porque no conocieron ni el sueno ni la paz en los infames lechos
                                             [vendidos por la dicha,
   porque sólo acataron una ley más ardiente que la ávida gota de salmuera.
   Ésa y no cualquier otra.
   Ésa y ninguna otra.
   Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros de nuestra vida.
 
 
de Cantos a Berenice (1977)
II
   No estabas en mi umbral
   ni yo salí a buscarte para colmar los huecos que fragua la nostalgia
   y que presagian niños o animales hechos con la sustancia de la frustración.
   Viniste paso a paso por los aires,
   pequeña equilibrista en el tablón flotante sobre un foso de lobos
   enmascarado por los andrajos radiantes de febrero.
   Venías condensándote desde la encandilada transparencia,
   probándote otros cuerpos como fantasmas al revés,
   como anticipaciones de tu eléctrica envoltura
   -el erizo de niebla,
   el globo de lustrosos vilanos encendidos,
   la piedra imán que absorbe su fatal alimento,
   la ráfaga emplumada que gira y se detiene alrededor de un ascua,
   en torno de un temblor-.
   Y ya habías aparecido en este mundo,
   intacta en tu negrura inmaculada desde la cara hasta la cola,
   más prodigiosa aún que el gato de Cheshire,
   con tu porción de vida como una perla roja brillando entre los dientes.
 
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