COINCIDENCIAS Y DIVERGENCIAS EN LA TRADUCCION A IMAGENES DE

LA CASA DE LOS ESPIRITUS Y COMO AGUA PARA CHOCOLATE.


 
Dr. Priscilla Gac-Artigas

 Cuando hablamos de lenguajes, sea en el teatro, sea en la literatura, sea en el cine e intentamos penetrar en los caminos de la creación me siento una intrusa intentando penetrar en una recámara para observar el amor y traicionar un secreto.

Al abrir la primera página de una novela es como si abriera mi cuerpo al teatro o mi mirada a la imagen intentando, pecadora reincidente, penetrar el secreto sabiendo que aquello que está tras:

                en un lugar de la mancha...

                era un día lunes triste hasta el infinito...

                la cebolla tiene que estar finamente picada...

                Barrabás llegó a la familia por vía marítima...

es un secreto de alquimia, son los caminos perdidos que conducen de la realidad al sueño y del sueño a una triste hoja de papel, es la eterna lucha entre la imagen y la palabra, es el resultado de un amor ilícito, aquel que se hace en secreto para que todo el mundo lo sepa y del que nadie sabe a ciencia cierta si fue consumado.

Y en un lugar de cuyo nombre tampoco quisiera acordarme en el cual la cebolla finamente picada comenzó a construirse un lunes triste como el infinito y más triste aún por ser un triste lunes de invierno, comenzó, decía, a construirse la primera imagen, la del pensamiento original, a partir de una sonrisa, de una cadera acariciada por el pensamiento, a partir de una sonrisa o de una mirada esquiva, de un deseo deslizándose desde el escenario del mundo. Y las sensaciones se escapan hacia el universo secreto del escritor para germinar, alimentar, construir el nuevo sueño.

Y es tarea del/de la novelista el devolvernos el sueño, el sueño o la pesadilla y es tarea del lector/a la de reconstruir el universo de sueños.

Y estoy hablando de visión, estoy hablando de novela, estoy hablando de cine, estoy hablando de sueños, estoy hablando de la imagen que re-creamos a partir de la fertil página, estoy hablando del camino secreto, y es tarea del lector/director el descubrir la meta, el encontrar el árbol bajo el cual descansar y cerrando los ojos penetrar el universo imaginario y entrever, para dejar ver, su destino. Estoy hablando de leer no de fría cita sino de ardiente imagen.

Es tarea del director/lector el descubrir el secreto y pariendo entre risas y lágrimas, con dolor y placer, nuevamente dar vida a la sonrisa, y dar la palabra a la mirada.

Y podemos no descubrir el secreto y leer de fija imagen, de literal transcripción o podemos explorar los miles de caminos y partir de una novela, de un cuento, del deseo ancestral que tenemos todos de elevarnos sobre nuestra vida y escaparnos de los tristes muros que nos encierran, de escapar de los bosques a la vida, de volar hasta que se derritan nuestras alas y encontremos el ansiado descanso o caer y rompernos la crisma y quedar jorobados y con pajaritos en la cabeza. Y una mañana, o una noche tras el amor, soplar nuestra historia al escritor antes de buscar descanso en un verde prado(1) y años más tarde revivir de las páginas en que nos fijó durante un sueño de casi un siglo don Pedro y salir vestido de nueva imagen a batallar con el condor, recuperando el nombre, recuperando el sueño, cambiando de país para perderse en la tropical vegetación de Nicaragua gracias a Miguel Littin que lo devolvió a la imagen en Alsino y el Condor (1983).

Y al igual que los caminos de la creación son insondables cada latinoamericano tiene su condor, y el condor es inmortal y regresa en las alas de Cóndores no se entierran todos los días (1984) de Francisco Norden en Colombia o en la mítica e insostenible batalla de un condor amarrado al lomo de un toro salvaje, imagen insostenible en su belleza e intolerable en su violencia, imagen surgida de las entrañas del imperio luchando contra el imperio en Yaguar fiesta del genial cineasta boliviano Sanginés.

Y se descubre y se da vida a la imagen o... en medio de la imagen se regresa de la imagen a la palabra en valiente viaje en boca de Valentín cuando nos envuelve en sus películas en una pequeña y sucia celda de una cárcel brasileña.(2)

Y la imagen se encuentra escondida esperando en la novela o se encuentra escondida esperando en el tímido saludo de un amigo de tanto tiempo, pero un amigo cuyo rostro desconocía, y quien saludando tristemente desde la última mesa de un triste desayuno en una conferencia sobre teatro organizada por la Latin American Theater Review, nos llamó, a mi marido y a mí, de tristeza a su mesa y con un dejo de coquetería y velada satisfacción nos contó su triste historia. ¡Oh!, no la historia oficial(3), no, la otra, la ignorada, la de los pueblos, aquella que no merece una novela querido Carlos.

Y tiempo más tarde encontramos nuevamente al amigo cuyo rostro durante tantos años nos fuera desconocido vestido de nuevo rostro, nuevo rostro pero de igual sonrisa y simpatía nos asaltó desde el telón para invitarnos a un helado de chocolate, fresas y chocolate(4), en el Copelia en una función de cine del barrio latino en París. No, no merece una novela; pero sí una película que grite al mundo tu rostro entristecido.

Y es tarea del cineasta la de descubrir el secreto y desenvolver la imagen ante nuestros ojos. Y en los múltiples caminos puede comenzar picando finamente la cebolla, sabiendo que ...
               lo malo de llorar cuando uno pica cebolla no es el simple hecho de llorar...(5)
y de certera toma cortar una rodaja de cebolla que pone sobre la cabeza de la protagonista y del espectador tal cual lo dicen las campesinas en su gran sabiduría o...

o traicionando para poder amar, para poder crear adapta, posee, recrea, modela, alimenta y así en las primeras tomas puede mover las rosas y simbólicamente desplazar a la hermana, puede mover el pensamiento en mágico movimiento, invocar los espíritus y poner la imaginación en movimiento, por lo que qué otra cosa es el cine sino la imagen-acción, para depositarla en al altar del sacrificio, el blanco telón, de donde su imagen volará para recrearse en la mente del espectador escapando para siempre de las páginas del libro, o dándole para siempre un rostro conocido al desconocido personaje y aquí encontramos una primera diferencia: de esta función en adelante y para siempre Clara se vestirá de la cara algo deslavada de la actriz Meryl Streep y nunca más tendrá la deliciosa cara de empanada chilena que jugosa, aromática, crujiente se escapaba de la novela. En cambio de esta función en adelante el rostro de Tita se vestirá del rostro de Ada Carrasco o quizás los múltiples caminos de la interpretación así lo quieran y en la mente del lector lucharán rostros conocidos con deliciosos pero menos cinematográficos rostros de empanada o de tamal, si es que el relector logra escapar de la imagen de la pantalla y la pantalla no logra poseer la imaginación del lector.

O quizás me equivoco y un director intentó escapar de las raíces de la tierra volando hacia las del universo y el otro director voló hacia el universo a partir de las raíces olorosas de la tierra y no emito un juicio: al reinventar la imagen desconocida es válido soñar en ambas direcciones. En cambio y como dato anecdótico, en la contraportada, la de los libros, no de las películas, ambas autoras sonriendo socarronamente nos invitan a descubrirlas cubriendo sus cuerpos de seductora blusa campesina, de bordado bolero campesino.

Al hablar de coincidencias y divergencias y queda claro que al menos hay dos formas de abordar el tema: la primera, la textual, la más tradicional, la de levantar los dedos, rascar el pensamiento y de grave voz decir: en los primeros cinco minutos de Como agua para chocolate, fueron puestos textualmente en boca de la sobrina-nieta de Tita 15 frases del libro, o dicho de otra manera: la primera toma ilustró la primera frase de la novela
                la cebolla tiene que estar finamente picada. Les sugiero ponerse un pequeño
                trozo de cebolla en la mollera con el fin de evitar el molesto lagrimeo...

y mientras la relatora continúa fielmente recitando el relato la cámara se abre sobre el universo cerrado de una cocina. En La casa de los espíritus, en cambio, la primera toma nos muestra la imagen abierta de la tierra, del origen y coincide en el texto, no en la relatora, con el texto del final de la novela:

               la memoria es frágil y el transcurso de una vida es muy breve y sucede tan
                de prisa que no alcanzamos a ver la relación entre los acontecimientos, no
                podemos medir la consecuencia de los actos... por eso mi abuela Clara
                (en el libro) [mi madre (en la película)] escribía en sus cuadernos, para ver
                las cosas en su dimensión real.(6)

Y claro, había otra forma de análisis: el intentar penetrar los sueños tanto en las novelas como en las películas y reescribirlos a partir de otros sueños lo que permite que cada lector, cada espectador coincida y diverja en el placer y así se encuentren vecinos de butaca la risa y el llanto, el placer y la amargura.

Coincidencia, por supuesto la del delicioso pecado original: llevar el texto a la imagen, pero hablamos de dos novelas en sí diferentes, de autoras en sí diferentes: historia olorosa y por entregas en Laura Esquivel y aquella menos olorosa o de olores diferentes de mezclas menos naturales de muerte y vida en Isabel Allende. Divergencia en ambas películas: cuando el pecado merece ser original cada uno peca en el idioma que mejor maneja.

Coincidencia en la presencia de la revolución en ambas novelas, en la de Esquivel como movimiento liberador: es la presencia de la revolución la que calmará los ardores de Gertrudis, la revolución, un capitán revolucionario ayudado por el movimiento de la cámara y del galopar del caballo que la lleva en alas al séptimo horizonte.

Liberadora cuando elimina, justicieramente, al personaje dominante de la madre, liberadora aún cuando en la cocina la hermana-generala, sin perder de vista la comida, elemento vital en la relación con la realidad, permite que Pedro conozca del supuesto embarazo de Tita lo que los lleva hacia una nueva etapa en su relación amorosa.

Liberadora en su esperanza en el libro de Isabel Allende, cuando describe el triunfo de la Unidad Popular, liberadora pero de corta duración al referirse al gobierno de tres años de Salvador Allende en Chile.

Sin embargo el peso del contexto político diverge en ambas novelas, en ambas películas: una juega con el paso de la revolución mexicana sin detenerse en ella, sitúa pero no determina, ilustra como lo haría un hermoso corrido. La otra determina, está omnipresente intentando encontrar el bálsamo que cierre las heridas, que calme ese triste dolor que permanece una vez el odio desaparecido.

Isabel Allende juega con la esperanza de la Unidad Popular pero remonta al periódo previo y muestra la relación de explotación en el latifundio chileno, pasa de la esperanza a la vida con los profundos cambios sociales durante los años de Allende y de la vida al horror con la brutalidad del golpe de estado. Y estos momentos envuelven inexorablemente como la telaraña de Valentín(7) a los protagonistas de la novela.

Complejidad en esta relación del momento histórico con los personajes cuando vemos la evolución del senador Trueba quien sobrepasado por los acontecimientos ve su mundo desmoronarse y del arrogante y brutal nuevo rico pasar al viejo y desconcertado senador, destruido representante de una casta política utilizada, inútil y vacía.

Profundización del personaje en el hijo ilegítimo de Trueba, maduración de frustraciones y crecimiento del odio que llevará a una parte del pueblo chileno a participar en el golpe de estado, "junten odio" era uno de los lemas que enarbolaba la derecha chilena, y ser instrumento de su brutalidad, e Isabel Allende nos habla en su novela, y lo vemos en la película, de las diferentes clases en conflicto, de las razones del conflicto, de los extremos del horror sin límites.

Mientras que en Como agua para chocolate encontramos personajes que van como el agua al chocolate en el capitán, en el simpático sargento Treviño, que "aquí no más estamos listos para servirla mi generala", en las cantineras y la música que acompañó la revolución, pero claro, es otro tipo de cocina y en ella Laura Esquivel no quiere, no tiene que tocar las corrientes, los poderes ocultos, los conflictos no resueltos, la evolución, la lucha de clases que da origen a un lujurioso chile con carne; sí toca las esperanzas, las frustraciones, los sueños, el amor, las infidelidades.

Y sus personajes femeninos son la madre, el personaje dominante (el marido, el Trueba de Isabel Allende, pero sin la evolución de éste), su hija Gertrudis la generala revolucionaria y Tita que acepta pero cuya mirada desde la pantalla nos grita sin palabras, sin aceptar, y si a ellas tres sumamos a Chencha, campesina simpática y liberada, el todo hace que en su mágica cocina Laura Esquivel nos haga desear comer y exclamar: ¡pero estas mujeres sí que son meras mujeres! y relegan a los machos de la historia al plano de condimento, de ritmo o de alumbrador de fósforos con recuerdos.

Y si la presencia de la lucha social está íntimamente ligada a la realidad latinoamericana, la presencia de la Iglesia aparece indisolublemente ligada al poder en las novelas: sentada al lado de la madre en los banquetes, oficiando el casamiento por otras esferas decidido y aparece con extraordinario humor en la versión cinematográfica de Como agua para chocolate cuando tras comer chiles, urgido por mortal premura, el sacerdote amigo de la casa desaparece en carnal carrera llevado de la mano de una opulenta matrona.

Desgraciadamente en la versión de La casa de los espíritus el guionista perdió el espíritu y cortó la divertidísima parte en la cual, sentada en la iglesia, en la misa del domingo, la pequeña Clara exclamó ante los discursos aterradores del sacerdote español:
 

               ¡Pschhhh padre Restrepo, si el cuento del infierno fuera pura mentira,
                nos chingamos todos..!
 

Magia en las dos películas, magia en las dos lecturas, magia en las dos novelas pero magia más etérea en la Allende, donde el espíritu mueve los vasos, donde el personaje principal ve el futuro y no trae los muertos del recuerdo, cuando más los regresa a anunciar su muerte cuando la hermana de Trueba cruza el comedor para darle un último beso, un último grito del amor que sentía por la mujer de su hermano. Magia de un personaje maravilloso en la novela y traducido a una imagen en que lo mágico, lo maravilloso casi roza, casi juega, casi da la sensación de enfermedad. Magia que las vueltas de la protagonista del film tras el partido de badminton destruye añadiendo un infantilismo que roza, que juega, que coquetea con un cierto grado de debilidad mental y no de poderes, que cierto es, sino se entienden pueden ser confundidos con un cierto grado de locura. Pero magia del cine y magia de la actriz, quien al dejar de exigírsele que jugara la niñita sobrenatural recobró su naturalidad, maduró, otorgándole profundidad al personaje.

¡Pero claro! estábamos viendo una película diferente, como al leer la misma novela estamos leyendo una novela diferente, y si en la novela de Isabel Allende el personaje principal es femenino en la película, en cambio es el senador Trueba quien lentamente va tomando el delante de la escena. Pero a decir verdad cada uno lee o ve una película de acuerdo a sus sueños, a sus recuerdos, a sus vivencias, a su fantasía y va reconstruyendo con los ojos de la imaginación, de la experiencia y del conocimiento una película diferente. Tan diferente como diferente es la magia en Como agua para chocolate, la magia del olor, la delicada alquimia de los elementos al fundirse para dar paso a un sabor, sabiendo que una gota más o una gota menos destruye la magia y la perfeccción. Magia de un plato cocinado con amor, placer de hacer sentir en las manos del espectador la masa de una tortilla transmitiendo la dulce textura de un juvenil seno, el placentero viaje de un vaivén moliendo la pimenta y uniéndola en salvaje acto a la sal y al ají para que al deshacerse en la boca liberen en una explosión el placer de un primer mordizco. Aquí Alfonso Arau no podía permitirse una vuelta en el aire, aquí era la piedra poseyendo, la tierra entregando sus frutos al altar del sacrifico y si en vez de moler en piedra hubiera conectado un "food processor" se hubiera arriesgado a nunca más probar los platos de la autora del guión cinematográfico, su señora y hechicera.

Silencio en ambas protagonistas, ruptura en ambas al enfrentar la muerte, la Bella Rosa y su autopsia sobre la mesa de la cocina, la muerte del sobrino al faltarle la comida vital de Tita. Silencio roto en una por la visión de la llegada de Trueba a pedir su mano, silencio roto en la otra por un caldito de cola de res, un caldito criaturero de aquellos que hacen revivir a los muertos y devuelven el movimiento a la lengua como sabiamente lo presenta la cámara en un plato de sopa en el que flotan dos o tres vegetales y la cola de res, como flotarían permitiendo leer el futuro las hojas de coca al fondo de una taza de aguita de coca que tras evaporarse el líquido entregan el futuro en mágico fondo de lata y no en mágica bola de cristal, caldito que solamente las manos campesinas saben preparar.

Y en ambas películas los libretos van entregando los elementos esenciales de la historia en una réplica para poder hilar la novela sin haberla leído, o para leer la novela sin haberla visto. Van entregando las claves, con infidelidad en La casa de los espíritus, quizás por lo que el director leyó de imagen y al igual que no se escribe teatro sin tener en mente una puesta en escena escribió el guión a partir de una película ya fabricada en su cabeza, una película en la cual dobló el diálogo y los rostros, y todos sabemos lo que vale una película doblada, o quizás por lo que por la complejidad de la novela se vio en la necesidad de podar a fin de que el bosque no escondiera el árbol. O con fidelidad en Como agua para chocolate quizás por lo que el guión en de la película está firmado por quien mejor conoce la receta, por la única que conoce el mágico orden que permitirá que los pétalos de la flor se fundan con el ave y ambos exploten en los fluidos: Laura Esquivel.

Similitud cuando ambas historias nos regresan en dos diarios encontrados tras la muerte de sus protagonistas, tras el incendio de amor en una, tras el incendio de odio que arrasó la Unidad Popular en la otra. Y La casa de los espíritus cierra con las primeras líneas del diario de una niña visionaria que registra para el futuro... "Barrabás llegó a la familia por vía marítima [en la novela], para mi la vida es mi hija, Pedro, la luz, el día, este momento, los recuerdos y el futuro, para mi la vida misma se ha convertido en la cosa más importante", en la película. Y Como agua para Chocolate cierra con la visión de las páginas de recetas de cocina que permiten leer la historia y sentir la vida de forma diferente: con ajo, con aceite hirviendo, con la piel ardiendo, con la piel abriéndose, con la entrega con la que el espectador debe acercarse al acto de amor cuando se apaga la luz para abrir sus ojos al nuevo mundo o para cerrarlos e inventar su propio mundo arrullado por la melodía de las lágrimas y poseído por los olores que libera el verdadero cine.
 

1. .- Alusión a Alsino (1920) del novelista chileno Pedro Prado (1886-1952).

2. .- Alusión al film El beso de la mujer araña de Héctor Babenco, 1985, basado en la novela del mismo nombre de Manuel Puig.

3. .- Alusión al film La historia oficial de Luis Puenzo, 1985.

4. .- Alusión al film Fresa y chocolate de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, 1994.

5. .- Como agua para chocolate, Laura Esquivel, p. 13, ed. Planeta Mexicana, 1994

6. .- La casa de los espíritus, Isabel Allende, p. 453, Harper Libros, 1995

7. .- Alusión al personaje del film El Beso de la mujer araña.

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